sábado, 6 de febrero de 2010

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Este año 2009 que estamos a punto de dejar atrás nos ha dejado un gran número de momentos especiales pero, si hay uno que todos recordaremos durante toda nuestra vida, ése es el gol de Iniesta al Chelsea en el partido de vuelta de las semifinales de la Champions League, disputado en Stanford Bridge.

Empecemos por el principio. El primer partido, jugado en el Camp Nou, acabó 0-0 tras noventa minutos en los que el Barça no fue capaz de romper la telaraña defensiva que Guus Hiddink logró tejer cuando ni siquiera llevaba tres meses en el banquillo blue. El partido en Londres dictaría sentencia, con un Chelsea que confiaba en que, con su público empujándole, podría derribar al Barça y con el Barcelona esperando un partido más abierto que le permitiera desplegar todo su potencial ofensivo.

essien.jpgA los nueve minutos de comenzar, los de Pep Guardiola perdían 1-0 tras un obus de Essien, de volea y desde fuera del área. El gol de su vida, irrepetible.

El resto del partido fue extraño y muy polémico. Ambos equipos transmitían esa tensión que sólo aparece en los grandes enfrentamientos; una tensión que viajaba desde el terreno de juego hasta el cuerpo de todos los espectadores, los del estadio, los de los bares, los que estaban en sus casas… El árbitro pudo haber pitado penalty a favor del Chelsea en varias ocasiones, todas ellas tan al límite del reglamento que la discusión entre dos pareceres distintos nunca acaba en el buen entendimiento. A saber: un par de lances en el área blaugrana de Touré con Drogba, la de Alves con Malouda, otra de Abidal, las manos de Piqué y Eto’o...

El Barça tuvo un 63% de posesión, pero hasta el gol de Iniesta, no hizo un solo tiro entre los tres palos. Jugó un mal partido, con todos escogiendo mal casi siempre, pero no dejó de intentarlo nunca. El Chelsea defendió perfecto y salió a la contra muy bien. Y tuvieron buenas ocasiones que, si no fuera por un Valdés agrandado por la ocasión, hubieran marcado más de un gol. Eso sí: el cambio de Belletti por Drogba da una muestra de la diferencia de estilo…

iniestagol.jpgY cuando el reloj se acercaba inexorablemente al final, con Piqué haciendo de delantero (como en la final del Mundial de Clubes), al más puro estilo cruyffista, Xavi vio que Alves tenía unos metros por su banda. El brasileño hizo el primer centro decente del partido y tras un rechace de la defensa, un mal control de Eto’o, una patada al aire de Essien (¡qué irónico es el Destino!), Messi encontró que Iniesta estaba solo al borde del área, esperando la gloria.

Le puso el balón al de Fuentealbilla y éste le pegó un cañonazo con el exterior y, sobre todo, como él mismo dijo, “con todo su alma”. El balón se coló por la escuadra derecha de Cech y la locura invadió a propios y extraños.

Iniesta corrió hacia el córner y se sacó la camiseta para blandirla como un apéndice por el que expulsar toda la energía que estaba generando. Sus compañeros más cercanos a él en el campo, Eto’o, Bojan, Piqué, corrieron tras el pequeño genio que había obrado el milagro. Mientras, Guardiola salió a todo meter por la banda, buscando el abrazo, la melé, en una muestra de que su alma es la de un futbolista. Dos segundos después, Pinto lo adelantó al galope y luego Sylvinho lo alcanzó para recordarle, en un alarde de profesionalidad, que debía hacer algún cambio para perder tiempo.

banda2.jpgEl tanto hacía justicia con el Fútbol Club Barcelona. No en cuanto a ese partido en concreto, no en cuanto al Chelsea, pero sí en todo lo demás. El Barça lo merecía por estilo, por jugar como nadie; por la temporada que había hecho, por todo lo que había dado al fútbol, por lo mucho que había hecho disfrutar a los que amamos este deporte. No se hubiera llegado a ese instante si no hubiera intervenido la suerte, pero precisamente la suerte es lo que muchas veces diferencia un equipo memorable de uno inolvidable.

El gol recuerda a aquel otro de Kaiserslauten, cuando Bakero voló y llevó al Barcelona a Wembley para ganar su primera Copa de Europa. Y también hizo justicia con Iniesta, ese jugador que había llegado a la élite mundial sin hacer ruido, ese chaval blanquito al que sólo le faltaba la épica del milagro para convertirse en lo que hoy es. Andresito pasó a ser Don Andrés, dejó de ser el Puto Gusiluz para convertirse en el Puto Crack en un instante que él mismo definió como:

¡Pufff, un momento de la hostia!

El siguiente vídeo contiene la transmisión del gol en Canal +, a mano de Carlos Martínez y Michael Robinson. Además de que ambos hacen reflexiones muy interesantes para tratarse de un directo con tanta emoción de por medio, incluye una entrevista a Iniesta a pie de campo en la que, preso de la emoción, aún no consigue respirar con normalidad y hasta dice algún taco, como el de la frase arriba destacada.

El gol de Iniesta ha entrado por derecho propio en la Historia blaugrana y ya forma parte del imaginario colectivo; para mí, al nivel de aquel de Bakero en Kaiserslauten y el de Koeman en Wembley, y un poco por encima de los de Eto’o y Belletti en París o los de Eto’o y Messi en Roma. Fue un gol especial porque supuso una explosión de alegría general, fue celebrado por todo el mundo, y todos los que lo vivieron recuerdan que, entre aquel alboroto en los bares y en las casas, no se diferenciaba a culés de merengues, atléticos, deportivistas o sevillistas… hasta los que más aborrecen el fútbol, en ese instante, saltaron llenos de júbilo. Si algo recuerdo de los segundos después al gol, es a mi padre, madridista desde que Amancio Amaro dejó el barrio de Los Mallos para irse al Madrid, gritando el gol como si fuera el más culé del mundo. Y es que no se celebró el gol, se festejó el fútbol.

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